lunes, 25 de diciembre de 2006

César Vidal, Nietzsche y el nazismo


Estaba vagabundeando por la red y me topé con un artículo de César Vidal (¿Fue Nietzsche un precusor del nazismo?) en el que pretendía aclarar "el enigma sobre Nietzsche y su papel en el nazismo". Ésta --como algunas otras de las que el ínclito defiende-- es una cuestión ya superada. Se sabe de la manipulación de la obra de Nietzsche tanto de forma textual "gracias" a su hermana Frau Förster-Nietzsche y al editor, como a la burda manipulación del sentido por parte del nazismo.

César Vidal concluye así después de varias pajas mentales repetidas con insistencia cansina a lo largo del texto:

Concluyendo, por lo tanto, debemos señalar que, ciertamente, Nietzsche fue un precursor ideológico del nacional-socialismo alemán pero, precisamente por ello, ha podido ser reivindicado por la izquierda. Los puntos de contacto entre ambas ideologías, como ya supo señalar Hayek en Camino de servidumbre, son numerosos y no precisamente como fruto de la casualidad.

Como no podía ser de otra manera a la izquierda le toca recibir y, resumiendo, nos quiere hacer creer que si hay "rojos" interesados por Nietzsche es por una especie de fascinación oculta hacia el nazismo, ya que según él, ambas ideologías se gestan conjuntamente. Dejando de lado estos disparates, quiero centrarme en lo de Nietzsche y el nazismo. Acusar a Nietzsche de ideólogo del nazismo (y por ello antisemita) sería tan absurdo como acusar a Darwin, además del anacronismo evidente. Pero lo que es más: puedo demostrarlo fácilmente, dejando de lado incluso aspectos biográficos como su enfrentamiento con su antiguo amigo Wagner por su creciente antisemitismo, el repudio a la boda de la hermana casada con un antisemita wagneriano.
Nietzsche sintió una profunda aversión por la política expansionista del Imperio Alemán de 1871, odiaba el pangermanismo en todas sus formas y, sobre todo, en sus aspectos raciales y antisemitas. Si bien fue crítico con el judaísmo como religión (como moralidad) fue igualmente crítico con el cristianismo (aunque respecto a la figura de Jesús mantiene una postura ambivalente). Atacó de forma explícita el racismo, especialmente el alemán (pensaba que los esclavos eran en su mayoría superiores a los alemanes y, sobre todo, prefería a los polacos).
El ideal nazi y su superhombre están en las antípodas del proyecto de trasmutación de los valores y Übermensch (que una traducción más aproximada sería "el hombre que trasciende") de Nietzsche. El superhombre de Nietzsche es una empresa personal, interior, individualista, jamás colectiva socialista (cosa que repudiaba, por eso se interesó por Schopenhauer, por su individualismo), ni nacional puesto que era muchísimo más francófilo que germanófilo.
Pero mejor vamos a verlo en sus textos. Especialmente en Más allá del bien y del mal, porque así como en la Genealogía de la moral echaba la vista atrás y en Así habló Zaratustra miraba más allá del horizonte, en Más allá del bien y del mal se centra en los aspectos más cercanos y palpables, como él mismo explica:
La óptica del libro es, pues, la de la proximidad, la del microscopio, la de unos ojos que casi chocan con su objeto. Y, por lo tanto, es una óptica que conduce a la negación, motivada por unas miserias que ahora son contempladas desde cerca, sin aquella lejanía de Zaratustra que permitía pasar por alto y olvidar momentáneamente los defectos.


Pues bien, volviendo a César Vidal, quizás su lectura de la obra Nietzsche es parcial (que su interpretación es deliberadamente parcial, no cabe duda) o quizás nos toma por tontos. Sólo hará falta citar los textos 250-251 (dentro de la sección "Pueblos y patrias") para desmontar toda su tesis de antisemitismo:


250

¿Qué debe Europa a los judíos? Muchas cosas, buenas y malas, y sobre todo una que es a la vez de las mejores y de las peores: el gran estilo en la moral, la terribilidad y las majestad de exigencias infinitas, de significados infinitos, todo el romanticismo y sublimidad de las problemáticas morales y, en consecuencia, justo la parte más atractiva, más capciosa y más selecta de aquellos juegos de colores y de aquellas seducciones que nos incitan a vivir, en cuyo resplandor final brilla tal vez deja de brillar hoy el cielo de nuestra cultura europea, su cielo de atardecer. Nosotros los artistas entre los espectadores y filósofos sentimos por ello frente a los judíos gratitud.

251

Es preciso resignarse al hecho de que sobre el espíritu de un pueblo que padece, que "quiere" padecer de la fiebre nerviosa nacional y la ambición política pasen múltiples nubes y perturbaciones o, dicho brevemente, pequeños ataques de estupidizamiento: por ejemplo, entre los alemanes de hoy, unas veces la estupidez antifrancesa, otras la antijudía, otras la antipolaca, otras la cristianoromántica, otras la wagneriana, otras la teutónica, otras la prusiana (contémplese a esos pobres historiadores, a esos Sybel y Treitzscheke y sus cabezas reciamente vendadas), y como quieran llamarse todas esa pequeñas obnubilaciones del espíritu y la conciencia alemanes. Perdóneseme el que yo tampoco yo, durante una breve y osada estancia en terrenos muy infectados, haya permanecido inmune a la enfermedad, y el que a mí, como a todo el mundo, hayan empezando ya a ocurrírseme pensamientos sobre cosas que en nada me atañen: primera señal de la infección política. Por ejemplo, sobre los judíos: óigaseme. Todavía no me he encontrado con ningún alemán que haya sentido simpatía por los judíos; y por muy incondicional que sea la repulsa del auténtico antisemitismo por parte de todos los previsores y políticos, tampoco esa previsión y esa política se dirigen, sin embargo, contra el género del mismo sentimiento, sino sólo contra su peligrosa inmoderación, en especial contra la expresión insulsa y deshonrosa de ese inmoderado sentimiento, sobre esto no es lícito engañarse. Que Alemania tiene judíos en abundancia "suficiente", que el estómago alemán, la sangre alemana tienen dificultad (y seguirán teniendo dificultad durante largo tiempo) aun sólo para liquidar ese "quantum" de "judío" de igual manera que lo han liquidado el italiano, el francés, el inglés, merced a una digestión más robusta: eso es lo que expresa claramente un instinto general al cual hay que prestar oído, de acuerdo con el cual hay que actuar: <<¡No dejes entrar nuevos judíos! ¡Y, sobre todo, cerrar las puertas por el Este!>>, eso es lo que ordena el instinto de un pueblo cuya naturaleza es todavía débil e indeterminada, de modo que con facilidad se la podría hacer desaparecer, con facilidad podría ser borrada por una raza más fuerte. Pero los judíos son, sin ninguna duda, la raza más fuerte, más tenaz y más pura que vive ahora en Europa; son diestros en triunfar aun en las peores condiciones (mejor incluso que en condiciones favorables), merced a ciertas virtudes que hoy a la gente le gusta tildar de vicios, gracias sobre todo a una fe decidida, la cual no necesita avergonzarse frente a las "ideas modernas"; los judíos se modifican siempre, cuando se modifican, de la misma manera que el Imperio ruso hace conquistas, como un Imperio que tiene tiempo y que no es de ayer: es decir, de acuerdo con la máxima <<¡lo más lentamente posible!>>. Un pensador que tenga sobre su conciencia el futuro de Europa contará, en todos los proyectos que trace en su interior sobre ese futuro, con los judíos y asimismo con los rusos, considerándolos como factores por lo pronto más seguros y más probables en el gran juego y en la gran lucha de fuerzas. Lo que hoy en Europa se denomina <nación>, y que en realidad es más una "res facta" [cosa hecha] que "nata" [innata] (más aún, a veces se asemeja, hasta confundirse con él, a una "res fictia et pictia" [cosa fingida y pintada], es en todo caso algo está en devenir, una cosa joven, fácil de desplazar, no es todavía una raza, y mucho menos algo "aere perennius" [más perenne que el bronce], como lo es la raza judía: ¡esas naciones deberían, pues, evitar con mucho cuidado toda concurrencia y toda hostilidad nacidas de un tener caliente la cabeza! Que los judíos, si quisieran o si se les coaccionase a ello, como parecen querer los antisemitas, podrían detentar ya ahora la preponderancia, más aún, hablando de modo completamente literal, el dominio de Europa, eso es una cosa segura; y también lo es que no trabajan ni hacen planes en ese sentido. Antes bien, por el momento lo que quieren y desean, incluso con cierta insistencia, es ser absorbidos y succionados en Europa, por Europa, anhelan estar fijos por fin en algún sitio, ser permitidos, respetados, y dar una meta a la vida nómada, al "judío errante"; y se debería tener muy en cuenta y complacer esa tendencia y ese impulso (los cuales acaso manifiestan una atenuación de los instintos judíos): para lo cual tal vez fuera útil y oportuno desterrar a todos los voceadores antisemitas del país.

Creo que queda más que claro. César Vidal tal vez se crea que somos imbéciles o simplemente lo sea él, seguramente ambas cosas. Haciendo yo también uso un poco de la demagogia me pregunto qué conclusión se puede extraer del hecho que tanto los nazis como César Vidal tergiversen la obra de Nietzsche... Lo dejo encima de la mesa. :P

En cuanto al texto del filósofo alemán resulta revelador (incluso roza lo profético) observar el auge del antisemitismo en la Alemania de fines del siglo XIX. Thomas Mann dijo una vez que el artista es como un sismógrafo porque en su obra se registran temblores aún no observados. Nietzsche y otros filófosos alemanes del XIX señalan temblores muy por debajo de la superficie de su sociedad: señalan una futura catástrofe.


tal vez fuera útil y oportuno desterrar a todos los voceadores antisemitas del país.

Amén.

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